domingo, 21 de marzo de 2010

Fin de semana relax

QUE NOCHE

Si la noche hubiera sido eterna, como se hace eterno el elíptico recorrido de la tierra en torno al sol, seguramente estaría todavía dando vueltas en la cama tratando de dormir o no, de seguir existiendo contemplando desde el balcón de la soledad tu acostumbrado menosprecio, o tratando de manera torpe de asfixiarme en el dolor de verte partir con otro, que es lo único que me quieres ofrecer.

El sonido de la lluvia iba llenando de angustias la noche. Como me molestaba su presencia y cuando callaba, como me molestaba su ausencia cargada de silencio, pero nada se comparaba con el espacio vacío que siempre dejas estampado en mi alicaído pecho, y su silencioso latir, ni con tus palabras, casi dañinas, que van acaparando el espacio cargándolo de humedad sin importar que queden o no lágrimas en el espacio tridimensional del desamor.

El recorrido tortuoso de esta soledad, con toda su carga de monótona persistencia, y el hiriente mensaje de ese indeseable pero a la vez casi ineludible adiós, me miraban de reojo sentados uno al lado del otro en la vieja mecedora que rechinaba quisquillosa esparciendo su odioso recado con prontitud sobre la oscuridad de la media noche, llenando mi cuerpo de escalofríos. Sus miradas, llenas de horripilante luz, se clavaban caprichosamente sobre mis ojos que se escondían debajo de la almohada. La respiración era torpe, el dolor era inmenso. Mis manos que querían sudar, titiritaban de frío. Como duele la soledad de no tenerte a mi lado, poder recorrer con mis manos la delicada suavidad de tu forma de mujer, ir llenando, mientras se entrecorta tu voz, el interior de tu alma. Como duele el amor que se muere ausente frente al espejo sin imagen.

Nunca los segundos, desde abril de 1966 hasta hoy, se habían acobardado tanto en el tiempo, como anoche, los vi cruzar dubitativos detrás del antiguo reloj, inmensamente tristes, que mucho se parecían a mi y que muchos eran. Intente, sin conseguirlo, atrapar una carcajada, aunque fuera ficticia, no fue posible. Tus ojos, tus pequeños pero bellos ojos que anoche creí ver detrás de los cristales ovalados buscaban el mirar de otros ojos, que no eran los míos, que sonrisa tan hiriente tenias dibujada en tu hermoso rostro, que dolor tan inmenso se apoderó de mi.

Miré las sombras movedizas de la noche que parecían entrar desde la ventana o ir hacia ella, si fuera niño otra vez vería aquellos espectros en la noche que jugaban a asustarme, lográndolo siempre, mas no lo era, y aquellas visiones, aquellas extrañas sombras que de vez en cuando dejaban caer trazos de luz sobre las azuladas paredes se encogían de hombros, sintiéndose tan vencidas como lo estaba yo.

Tus sueños, verdaderos o no, no complementan los míos o la ausencia de ellos. Unas palabras rondan mi pensamiento haciéndome perderle el miedo otra vez al dolor.

Te amo.

Ramón J. Olio Guzmán 6 julio 2003

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