lunes, 28 de diciembre de 2009

INEXPLICABLEMENTE

Cuando por fin
desnudo
fue quitándole la ropa
a la descuidada vida
se echó a llorar
inconsolable
quizás por la cercanía
del esfínter
quizás por la cercanía
de la muerte.


El olor a ficticia limpieza
se fue acomodando
en su reducida nariz
haciéndole llorar nuevamente
arrugando su piel
de tal forma
que se confundían
los pliegues
en su enrojecido rostro.


Era tarde ya,
(como si importara)
cuando al fin
le cortaron aquel cordón,
no hizo otra cosa
más que……,
volver a llorar,
nadie tomó en cuenta
sus lágrimas
María, Eva, Josefina
cualquiera que fuere su madre
gemía de dolor
con todo su rostro sudado
su par de ojos
fijos en la parte final
de su vientre
sin conseguir verlo.


Yo, tu o el
había congelado una sonrisa,
no era para menos
la duda rondaba
de aquí para allá
levantándole los pelos
al más insensible del mundo.


El médico, sabiendo lo que venía
optó por taparse la boca
con una capa verde de silencio
mientras detrás de sus lentes
se veían aquellos extraños ojos
fijándose en cada cosa y en nada
mientras sus manos
ocultas también
en unos guantes asépticos
cargaban aquel pequeño cuerpo
aquella pequeña carga de llantos,
otro más, seguro pensó
bajaré al bar cuando termine
y volveré a olvidarlo todo.


Era tarde ya
pero nadie miraba el reloj
era tarde ya
cuando la vida
la caprichosa vida,
después de tanto tiempo de espera
nueve meses y tres días
se le ocurrió
surgir en ti,
en ese pequeño apretón de mano
que inexplicablemente
te anuda la garganta
de felicidad.


Ramón J. Olio Guzmán
15 de junio 2003

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