Ramón J. Olio Guzmán
En la búsqueda de los recursos de la vida nos hacemos cómplices del tiempo y el de nosotros, hasta el último segundo, hasta el último suspiro.
sábado, 24 de abril de 2010
Recordando a mi padre (Don Miguel)
En esos momentos
Un reclinable verde perfectamente gastado por el constante uso, por el persistente tiempo, y cubierto por una toalla amarillenta con manchas negras disformes, que trata de ocultar el deteriorado estado del sillón, sirve de espera para mi padre, quien lo diría, calladito y quieto con sus ojos casi siempre ocultos en un sueño sin fin. El tiempo se apresuró sobre él, sobre su encorvada mano, sobre su olvidada memoria, a su espalda, una pared cubierta de baldosas quince por quince de diseño geométrico que su ingenio hizo posible, imponiendo su fascinante y muchas veces temido carácter, sobre su destino, sobre la severidad de su vida. Su mirada, que nos vio lentamente crecer, año tras año, mientras nosotros le veíamos envejecer, año tras año, sin saberlo, luce apagada, a media asta, por momentos impertérrita se fija sobre el rugoso techo, "que se quiere caer", otras tantas, en un paneo parsimonioso va detectando todos esos "malignos soldados" que lo persiguen, todos esos "pérfidos soldados" que nunca vemos, pero están ahí, en su nuevo mundo donde nos está vedado llegar, quizás por ese eterno capricho suyo de protegernos, de evitarnos a toda costa, su idea muchas veces errada de el mal, de nada le valió, el mundo sigue siendo el mismo que quiso ocultarnos.
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