jueves, 24 de octubre de 2013

Ineludiblemente


El día recién comenzaba, el cielo aún oscurecido por la noche de parranda solitaria, comenzaba a clarear al final de la calle y el sol se abría paso entre las montañas de resabios inconclusos, entre las rancias ramas de el olvido. Al otro lado de la calle, la luna difusa se escurría silenciosa y cansada: la noche, la de anoche, pareció eterna y el cansancio se había esparcido por doquier, las botellas color ámbar o verde oscura se apilaban sorprendidas, aletargando el despertar, el bostezo callaban el reloj despertador de los recuerdos innecesarios.

El sonido de algunos autos empezaba a conquistar el espacio y las manos húmedas dejaban caer a su antojo el agua que prontamente se esparcía en las verdes hojas de la inagotable esperanza, que a veces la atrapaban en círculos perfectos, húmedos y cristalinos; el contundente sonido del periódico al caer en la escalera de el tiempo terminó por desprender los pensamientos que me guiaban a ti, los recuerdos que aún quedaban  sentados, pasmados y con sus manos abiertas de par en par, atrapando sus rostros alargados que me atormentaban algunas  veces, sobre todo cuando te acercabas sigilosa pero segura a los mares, los océanos de las añoranzas, con esos tus ojos negros (como la noche de anoche), que temprano en esta mañana los vi dibujarse en las primeras nubes salpicadas por la luz, tenue aún, del sol madrugador.......
 
 
 

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