Pareciera como si las palabras exactas para recordarte
te las hubieses llevado contigo, Tan difícil recordar a quien no se puede
olvidar, tan difícil escuchar tu voz en este elipsis que se abre campo
insensatamente en la bulliciosa ciudad, en la casona casi desierta, entre tus
pasos silenciosos; ahora.
Y se hace tan inmensamente pequeño ese miedo en las
mañanas a perderte con esta realidad de tu ausencia absoluta en cada rincón de
la casa, en cada taza de té no servido, porque no estás, en esa búsqueda de
unas manos que me han abandonado, sin darme tiempo a tratar de retenerlas.
“Nunca dejes de quererme, Ramón”, me parece estar
escuchando tus palabras esparcirse en el aire caliente de la noche, cuando el
sueño empieza a merodear, confundiendo los sonidos con los recuerdos. Como
sería bueno abrazarte una vez más, robarme unos minutos de tu tiempo, olvidarme
por un segundo de:
Las lágrimas que me separan de ti.
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