
a quien tantas veces he entristecido
con mis pecados.
No me abandones. Te lo ruego.
En medio de los peligros
no me retires tu apoyo.
No me pierdas de vista
ni un solo instante,
sino que tus amables inspiraciones
dirijan y fortifiquen mi alma,
reanimen mi corazón desfallecido y casi apagado,
porque está sin amor:
comunícale alguna chispa
de las llamas suaves y puras que te abrazan,
a fin de que cuando llegue el término de esta vida
pueda, en tu compañía
y la de todos los Angeles
obtener la vida eterna
y ver sin cesar a Jesús,
amarlo, alabarlo y bendecirlo.
Amén
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