sábado, 12 de junio de 2010

ElParaiso (3ra Parte)

III.-

La defensa intentaría fundamentar la inocencia de su cliente en este aparente quebranto, en esta enfermedad que padecía el joven Horacio, aunque las enfermedades y/o dolencias terrenas no permanecen en los cuerpos etéreos.

Horacio era un jovenzuelo cuya muerte lo encontró con un desagradable olor a alcohol y con algunas cortadas en el rostro. Es preciso indicar que los cuerpos intangibles presentan las características del último suspiro de vida, es así que vemos a esos seres sentados en las mecedoras nocturnas con un pesar inmenso reflejado en su rostro, descansándolo sobre sus mano que ocultan por completo los ojos de las penumbras de la noche, son ellos los grandes pecadores, casi nunca se les hace juicio para saber a donde irán.

Horacio por su parte, y a pesar de las cicatrices que tenía su rostro (no sangraban porque ya no corría sangre por sus venas, como era de esperarse), estaba risueño, se vía en sus grandes ojos negros una gran alegría, que en los momentos de más presión del juicio denotaban indiferencia hacia todo aquello. Le parecía absurdo que aquí en “El Paraíso” existieran las mismas instituciones capaces de maniatar, de controlar y hasta de envilecer a las almas.

El fiscal se asomó, por así decir, a los ojos del joven queriendo arrancarle, quizás, esa sempiterna sonrisa de su rostro, o por lo menos una confesión imperdonable que agilizara el proceso.

-Así que amnesia, eh, no sabe usted que las enfermedades aquí se curan, dijo gesticulando con las manos, las dolencias terrenas no estarán más con usted. No sabe usted, dijo señalándole, que esto es “El Paraíso”, entendió: pa-ra-iso.

-Protesto, gritó la defensa levantándose de su asiento, no se está hablando de enfermedades del cuerpo. Esta es amnesia, es una enfermedad de la conciencia, una enfermedad que afecta la psiquis del ser humano y puede ser que prosiga con el individuo de etapa en etapa.

-Sí, pues muéstreme otro caso, un solo caso, dijo el fiscal levantando su dedo índice, que usted conozca y yo lo creeré, dijo sonriendo secamente, mientras se auto señalaba.

-Si dijo el Señor Juez, muestre otro caso de amnesia en esta fase y daremos como válido ese argumento.

-Usted, tengo entendido, habló con su madre después de muerto, es cierto.

-Oh…, sí, algunas veces lo he hecho, pero ella fue la que comenzó todo aquello, dijo Horacio tratando de defenderse.

-Sí…., cuéntenos.

-Era tarde ya, oscurecía y desde la ventana se escuchaban las hojas socorrer las penas de alguien, yo estaba en mi cama escuchando el aparato de música que alguien, me imagino que fue mi madre, había dejado encendido, siempre lo hacia, creo que para recordarme, no podía imaginarse esa habitación sin música, sin mi música, fue en ese momento que ella entró en la habitación con unos paños en las manos para limpiar los muebles, me miró algo asombrada, algo contenta, algo asustada. “Eres tu Horacio” me dijo con voz entrecortada y casi una sonrisa temerosa en sus labios, sus ojos me miraban con escepticismo. “Si soy yo ma…”, le dije. Hablamos por más de una hora aquella vez, fue maravilloso.

-Señor Juez, dijo el fiscal, usted esta escuchando el testimonio, la confesión, por así decir, de este inadaptado. Yo no se a usted, pero a mi me repugna.

La comunicación entre un familiar y un ente de esta fase está totalmente prohibida, pero muchas veces ha pasado por la extrañeza que se produce en los seres humanos al separarse por siempre.

C0ntinuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Smowtion