viernes, 25 de junio de 2010

El Paraiso (5Ta parte, Final)

Las declaraciones dadas por el enjuiciado son verdaderas, son dadas por el subconsciente que no miente, y aunque tanto él, como el alma donde habita caigan en el polvo por su declaración, él no miente. Muchos tienden a odiarle, muchos han intentado sacarle de sí y apresarle junto a los árboles (el caso de los grandes asesinos, sus abogados, los políticos, etc.). Son esos espíritus que se escuchan arrastrando grandes cadenas por las calzadas salpicadas de oscuridad, siempre miran hacia atrás y si alcanzan a ver a algún viviente lo hacen con desdén volteando rápidamente la cabeza para no ser reconocidos.

-Es evidente, dijo el Señor Juez, que no ha habido mala intención en el proceder de este joven, y que sus actuaciones son debidas a su apego a la carne. Yo también intenté volver a la vida, pero ya me habían trancado; así fue que me hice un día después de estar aparentemente muerto estas heridas que tengo en la frente.

Horacio le escuchó y miró con atención, sintió en su interior que sería perdonado, que sería liberado y más aún, que podría volver de vez en cuando a su hogar.

-No obstante (prosiguió diciendo el Señor Juez levantando su cabeza y, como si aún respirara, inhaló y exhaló teatralmente “aire” como en sus viejos tiempos), a cometido faltas tan graves que no se pueden dejar pasar por alto.

Horacio apoyó lentamente su cabeza en las palmas de sus manos que descansaban sobre sus rodillas, pensó por un instante: “y paraíso me trajeron aquí”. Siguió escuchando aquel discurso del Señor Juez, hasta el momento mismo de oir aquellas últimas palabras que hubiese querido escuchar de primero.

-Pecó, continuó diciendo el Señor Juez, pecó contra la vida y la muerte y contra su familia. No podemos aunque quisiéramos hacerlo, pasar por alto tantas faltas. Estará pensando en esto mientras perdure su estadía en esta fase.

Horacio apretó sus ojos con fuerza al escuchar aquellas últimas palabras, “mientras perdure su estadía en esta fase”, quiere decir que hay algo mas después de esto, pensó sin saber que aquellas palabras eran parte de la condena: la incertidumbre, la posibilidad de que exista otra fase no conocida por los hombres de carne y hueso y que solo aquí se llega a escuchar hablar de ella. Andaría de ahora en adelante pensando en aquello. Hubo momentos en que llegó a creer que volvería a nacer, que estaría allá abajo otra vez.

Pobre Horacio, será otro de los tantos millones de almas que se sientan a ver a través de las nubes, las salas de partos o las habitaciones a media luz donde las parejas hacen de todo para crear un nuevo ser. Será otra de esas almas muertas que nunca más bajan a la vida terrena a reirse de los hombres que se asustan cuando sienten la presencia de un ser sobrenatural arrastrando cosas en la casa.

Pobre Horacio, nunca sabrá lo bueno que es cruzar las paredes, ni lo difícil que es aprender a tomar objetos con sus manos incorpóreas; nunca escuchará el grito de una mujer realmente asustada. ¡Pobrecito!, tampoco esta noche vendrá con nosotros al cementerio a jugar con los muchachos.

ver también

El Paraiso

El Paraiso (2dta paste)

El Paraiso (3ra paste)

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